Lo que me parecía mejor era ir a hacer un CAP en panadería, así que tenía que encontrar el tiempo, el dinero (realmente no es una formación barata...) y el lugar adecuado.
Tengo que decir que en cuanto al "dónde", no dudé mucho. Para todos los panaderos con un poco de formación, hay una organización que es imprescindible: el
Institut National de la Boulangerie Pâtisserie (INBP) de Rouen. Si tuviera que hacer un paralelismo académico, digamos que es el Harvard, o mejor dicho, el MIT de los panaderos, nada menos.
De la idea a la realización, sin embargo, he tardado unos cuantos años en poder llevar a cabo este proyecto, lo que ha supuesto romper mi hucha y tomarme un año sabático de 5 meses y medio para dejar temporalmente la informática en Brest, para ir a Rouen a seguir este famoso curso, y de paso revivir un poco la vida estudiantil (de cierta edad, ya se habrán dado cuenta).
Pues bien, ya está hecho: desde principios de enero de 2018 estoy formándome en Rouen, ¡inmerso en el mundo de la panadería!
Para resumirlo todo en 2 palabras, es bastante sencillo: emocionante y agotador.
Emocionante porque la formación es extremadamente enriquecedora, impartida por instructores con conocimientos casi enciclopédicos. Lo saben todo sobre todo, pueden responder a todas tus preguntas y tienen un saber hacer y unas habilidades técnicas sencillamente increíbles. Son tíos (sí, de momento no hay ninguna chica formadora) capaces, por ejemplo, de explicar con todo lujo de detalles la importancia, el interés, el ángulo, el tamaño, la herramienta, el número necesario de pasadas de la cuchilla en la parte superior de una barra de pan antes de meterla en el horno... Son fascinantes, como ya he dicho. Aprendo cientos de cosas de ellos, y estoy encantado.
También es agotador porque tenemos 4 sesiones de panadería a la semana (como mínimo), cada sesión dura 6 horas y media, empieza a las 6 de la mañana o a la 1 de la tarde, y créeme, no hay tiempo muerto durante toda la sesión, calculamos, pesamos, amasamos, dividimos, damos forma, preparamos, trabajamos, horneamos, y todos terminamos nuestra sesión completamente enjuagados, más o menos contentos con lo que hemos producido (pan y bollería), por supuesto.
Como la panadería es una escuela de gestos perfectos, es muy difícil conseguirlos, y no hay ningún secreto: hay que hacerlo, y volver a hacerlo, y volver a hacerlo, y volver a hacerlo, y volver a hacerlo, para progresar, poco a poco, a veces orgulloso de lo que has hecho cuando sale del horno (pocas veces), a veces decepcionado (a menudo), pero siempre contento, porque al fin y al cabo, te lo puedes comer, está bueno, aunque no sea muy bonito, ni muy bien formado, ni muy regular.
Voy por la mitad del entrenamiento mientras escribo estas líneas, y cuando miro las fotos de mis primeros cruasanes hace poco más de un mes, y lo que estoy haciendo ahora, me digo que todavía hay un poco de esperanza.
¿Y por qué te cuento todo esto, te preguntarás? Pues por dos razones que afectan al sitio:
1) Como ya os habréis dado cuenta, el ritmo de publicación de nuevas recetas ha bajado considerablemente, sencillamente porque estoy lejos de mi cocina, el entrenamiento ocupa casi el 100% de mi tiempo, y me queda muy poco por publicar.
2) Y también porque me he dado cuenta de que muchas de las cosas que he escrito en
las páginas y
recetas dedicadas a la repostería necesitan un buen repaso, aclaraciones, añadidos y, a veces, correcciones. No te preocupes, en cuanto me gane el título de panadero, y el diploma que conlleva, me pondré a ello en serio.
Deséame suerte y empuje para el futuro... :-)