Las diferencias entre ellos
Nata líquida: es naturalmente fluida, con un contenido de grasa que suele rondar el 30-35%.
Está homogeneizada, lo que significa que las partículas de grasa se distribuyen uniformemente en el líquido.
Esta estructura la hace estable a la cocción: se incorpora fácilmente sin romperse.
Nata espesa: Además de grasa (similar a la nata líquida), suele contener fermentos lácticos, que le confieren su sabor ácido y su consistencia más densa.
Estos fermentos modifican ligeramente la estructura de las proteínas.
Su comportamiento durante la cocción
Nata líquida: Conserva su textura fluida cuando se calienta, ya que no contiene los fermentos lácticos que podrían interactuar con el calor.
Es ideal para salsas, gratinados o platos que requieran una emulsión estable.
Nata espesa: Cuando se cocina, el calor puede romper las interacciones entre las proteínas y las grasas estabilizadas por los fermentos lácticos.
Esto libera el agua contenida en la nata, dándole una consistencia más líquida.
La pequeña trampa
La forma en que se comporta la nata líquida al cocerla es una pequeña trampa. Si se desea una textura de salsa bastante espesa, se piensa naturalmente en utilizar nata líquida, pero es un error, ya que se licúa muy rápidamente.
Al contrario de lo que sugiere su nombre, la nata espesa no espesa, sino todo lo contrario, por lo que es mejor evitarla para salsas y preparaciones espesas.
Tampoco se preocupe, ambas se cocinarán bien, pero si busca una textura ligeramente más espesa que no quede demasiado líquida, opte por la nata líquida.
En
resumen: si quieres una textura espesa en una receta con nata, especialmente una salsa, utiliza nata líquida, no nata espesa.