En primer lugar, y aunque estemos acostumbrados, no olvidemos que el pan es la piedra angular de nuestra dieta, aunque su consumo haya disminuido constantemente desde hace años, sigue siendo algo muy importante para nosotros, a diario. Para convencerse de ello, basta con ver el asombroso número de expresiones en francés que se refieren al pan: "Manger son pain blanc", "Lui faire passer le gout du pain", "Du pain sur la planche"... etc.
En segundo lugar, nuestro pan, o más bien nuestros panes, tienen una especificidad casi única en el mundo: son crujientes. Todos apreciamos un pan caliente que sale del horno y que cruje al cortarlo o comerlo, no parece gran cosa pero es típicamente francés. Es una delicia de textura, pero también de sabor porque el 80% del sabor del pan está en la corteza. Y si ha viajado fuera de Francia, se habrá dado cuenta, sobre todo en los países anglosajones, de la mala calidad del pan, digamos "de molde", bajo plástico, de su espantosa composición y de su ausencia casi total de sabor, asociada a su sospechosa elasticidad después de 3 semanas en la alacena.
La baguette es aún más francesa, casi parisina hay que reconocerlo, este pan largo y fino, dorado y crujiente, con una vida útil muy corta (6 horas como máximo) que compramos todos los días, o incluso varias veces al día, somos los únicos en el mundo que lo hacemos, y lo hacemos mucho: en Francia se venden 32 millones de baguettes cada día. Así que no es necesario especificar "baguette francesa", porque una baguette sólo es francesa.
Sin embargo, es una receta muy sencilla: agua + harina + sal + levadura + una gota de levadura, pero todo el talento del panadero viene después: larga fermentación, amasado corto, calidad de los productos, cocción cuidadosa, para obtener finalmente un producto excepcional.
Ya había comentado en un post anterior que había baguette y baguette, y que era necesario a toda costa (sí, bueno, exagero un poco, pero es un tema que me toca mucho) preferir la baguette "tradicional", a ser posible bien horneada, porque es mucho mejor para el sabor y también para la salud.
Todo esto para decirles que no, esta petición de clasificación no es un capricho de panadero, sino que estamos con la baguette en una verdadera especificidad francesa, que merece ser distinguida.
Y luego, oh, los napolitanos ya lo han conseguido para su pizza ;-)...
En resumen: ¿la baguette francesa está clasificada como patrimonio mundial de la UNESCO? Pero claro, ¡qué justo reconocimiento a un producto tan francés!