Ralle las patatas, a mano o a máquina, no demasiado finas y sumérjalas en un recipiente de agua fría. El agua se volverá turbia por el almidón que sueltan las patatas.
Revuelva bien el conjunto, y cambie el agua (o deje que fluya) hasta que se aclare porque todo el almidón habrá sido eliminado.
Se retira el almidón porque de lo contrario las patatas se pegan durante la cocción.